Cualquiera atento a las noticias de inmigración en EE. UU. sabe que es crucial manejar el vocabulario correcto cuando se discute sobre inmigrantes. Por años, la palabra "ilegal" ha sido utilizada para describir a una persona que reside en los Estados Unidos sin autorización adecuada del gobierno. A medida que ha evolucionado el debate sobre inmigración, el término "inmigrante ilegal" se está haciendo mucho más raro, dado que muchos han estimado que no solo es incorrecto (un ser humano no puede ser "ilegal", solo sus acciones pueden serlo), sino que también es ofensivo y deshumanizante. Organizaciones pro inmigrantes han rogado a medios de comunicaciones y figuras públicas que “Descarten la palabra con I” ay que usen el término “indocumentado" o “no autorizado" cuando se refieran a una persona.
Haga una búsqueda por palabra clave en Twitter con "inmigrante ilegal" y encontrará que es casi imposible evitar ver comentarios llenos de odio y racismo. Revise los comentarios en línea de cualquier artículo de noticias objetivo, no partidista relativo a inmigración y verá impactantes versiones extremas de comentarios maliciosos (y a menudo desorientados, mal informados y mal escritos) sobre "ilegales" e "inmigrantes ilegales" y cómo ellos están arruinando este país. El odio anónimo por internet existe en casi toda discusión política o social presente en línea, pero las emociones gatilladas por el concepto "inmigrantes ilegales" son notorias.
A fin de comprender mejor dónde se origina este temor, esta desconfianza y este odio, resulta útil comprender, para empezar, cómo surgió el concepto de inmigración ilegal.
El Inicio de la Inmigración Ilegal: Una Nación de Inmigrantes Indocumentados
Por ser una verdadera nación de inmigrantes, los Estados Unidos no tenían leyes federales que restringieran la inmigración sino hasta fines del siglo XIX. En su primer siglo de existencia, los EE. UU. crecieron a partir de un flujo estable de inmigrantes de Europa occidental así como africanos que fueron obligados a venir como esclavos. Era de conocimiento universal que los inmigrantes eran buenos para los negocios: los Estados Unidos estaban creciendo rápidamente y había una demanda interminable de trabajadores. A menos que el gobierno pudiera demostrar que uno era un delincuente peligroso, esencialmente se era libre de inmigrar a Estados Unidos sin investigación o intervención de parte de las autoridades.
Los primeros movimientos organizados que abogaron por restricciones serias a la inmigración coincidieron con el influjo de inmigrantes irlandeses y alemanes a mediados del siglo XIX. Los ciudadanos se sentían amenazados por sus extrañas prácticas religiosas (Catolicismo Romano), su apego a su idioma nativo, y su falta de educación y estatus económico (muchos eran agricultores que habían perdido sus cosechas). En 1882, se aprobó la primera ley federal para restringir la inmigración con base en el país de origen: la Ley de Exclusión de los Chinos. La ley constituyó la primera vez que el gobierno de EE. UU. intervino en la política de inmigración, y abrió las puertas para la aprobación de muchas más restricciones a la inmigración orientadas a grupos específicos. No es una coincidencia que los chinos fueran uno de los primeros grupos no europeos que inmigraran voluntariamente y en masa a los EE. UU.; también fueron el primer grupo de inmigrantes en experimentar la hostilidad y el racismo aprobado federalmente. La demanda por mano de obra china no se disipó con la aprobación de esta ley, y los chinos siguieron inmigrando (aunque en cantidades reducidas), creando una nueva "subclase" de inmigrantes que tenían que ocultarse de la ley. Pese a toda la histeria sobre los chinos, es interesante destacar que antes de que se aprobara la Ley de Exclusión de los Chinos, ellos correspondían a solo un 3% de los inmigrantes al año hacia los EE. UU. La ley estuvo vigente hasta 1943.
Siglo XX: Cuotas y Deportaciones
Al inicio del siglo XX, las restricciones para inmigración empezaron a enfocarse también en los japoneses. En la década de 1910, se aprobó la Ley de Cuotas por Origen Nacional para restringir la inmigración de manera específica por país. Pese a todo esto, los inmigrantes llegaban en abundancia a las costas de EE. UU. de todas partes del mundo, y hacia 1920 casi un 13% de la población de los Estados Unidos había nacido en el extranjero.
Desde 1920 hasta hoy, los inmigrantes mexicanos han sido la columna vertebral de la industria agrícola de EE. UU. En 1942, se introdujo el Programa Bracero para traer a millones de trabajadores agrícolas mexicanos mientras EE. UU. estaba escaso de trabajadores agrícolas durante la Segunda Guerra Mundial. El programa representó un fuerte impulso para las ganancias agrícolas de EE. UU., pero no impidió a INS deportar y abusar de millones de inmigrantes mexicanos documentados e indocumentados en el período 1954-1964 en el marzo de un programa del INS denominado Operación Espalda Mojada (sí, así se llamaba de verdad).
La siguiente gran pieza de legislación sobre inmigración no apareció sino hasta la Ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965, que revocó las restricciones por origen nacional de la Ley de Cuotas y dirigió el enfoque de la inmigración en habilidades laborales y reunificación de familias. La Ley de Control y Reforma de la Inmigración (IRCA) se aprobó en 1986 para permitir que los casi 4 millones de inmigrantes indocumentados en EE. UU. tuvieran una alternativa para acceder al estatus legal y a la ciudadanía.
Siglo XXI: La Elección entre Retroceder o Avanzar
Como ha sucedido a través de la historia, muchas leyes de inmigración recientes de EE. UU. todavía tienden a ser reaccionarias frente a eventos actuales y temores xenofóbicos. Los temores por el creciente desempleo y el terrorismo han estado en primera línea del nuevo debate sobre la inmigración. Algo que lógicamente funciona mejor para la economía, la innovación y el crecimiento general de EE. UU., a veces se ha sacrificado apelando a los temores más básicos de ciertos votantes y la falta de comprensión del fenómeno de la inmigración. El estado de Arizona, una parte de México hasta 1848, es famoso por haber aprobado recientemente una ley que se orienta a mexicanos y otros latinos, que exige a los inmigrantes legales andar trayendo sus documentos consigo en todo momento y permitir a la policía que interrogue a cualquiera que luzca "razonablemente sospechoso de ser indocumentado".
Esperamos que el 2013 será un año para recordar en la historia de la inmigración de EE. UU. con la esperada aprobación de un proyecto de ley para reforma de la inmigración de gran escala que abrirá una alternativa para que inmigrantes indocumentados obtengan la ciudadanía. Los actuales opositores a la reforma de la inmigración insisten en que la raza y el país de origen no tienen nada que ver con su postura antiinmigración, pero la historia de EE. UU. nos dice otra cosa. Puede que los nombres y los rostros hayan cambiado, pero la historia sigue siendo la misma. El problema no es que la gente infrinja la ley, sino las mismas leyes. Quienes son contrarios a la inmigración gustan de convencerse de que los inmigrantes indocumentados son del peor tipo de infractores de la ley y que por tanto no merecen derechos, pero ¿qué pasa si las leyes fueran, para empezar, racistas y posiblemente injustas? La mejor solución sería avanzar en el tiempo, no retroceder cambiando la ley, para crear una nación más robusta, acogedora y económicamente estable.